3 a.m. Pálida luz ilumina la amplia habitación en donde "alguien" dice adquirir conocimientos de alguna rama del saber.
El agotamiento se apodera del lugar; el caos y el desorden son un elemento propio de la situación. El café: Oh, lamento decírtelo... el café no te ayudará.
Poco a poco se desvanecen los plateados rayos de luna junto con tus esperanzas de lograr el objetivo: Pasar.
La incomodad del asiento y un hambre nocturna te torturan lentamente y te desconcentran. No hay opción, debes dormir.
La tentativa y hermosa cama te espera con los brazos abiertos; la ves ocasionalmente en tus regulares viajes al baño.
La nebulosa calma es perturbada por alguien que pasa y te echa una mirada alentadora, pero tampoco sirve de mucho. Dormir, eso es lo que necesitas en verdad.
Finalmente, tomas la decisión a la cual le habías dado tantas vueltas. Te diriges a Dormir con pasos cansados y carentes de emoción. Entonces, empiezas a dudar de tus conocimientos.
Ya no importa...
Duerme.
Escucha los suaves y dulces sonidos de los sueños. Aquí no hay angustias.
¿Qué pasa?... Te has quedado acostado viendo el techo y admirando la poca oscuridad que queda; ahora no puedes dormir. ¿Sería el café?
Suena el estúpido despertador. ¡Ya no hay tiempo!
La nebulosa calma es perturbada por alguien que pasa y te echa una mirada alentadora, pero tampoco sirve de mucho. Dormir, eso es lo que necesitas en verdad.
Finalmente, tomas la decisión a la cual le habías dado tantas vueltas. Te diriges a Dormir con pasos cansados y carentes de emoción. Entonces, empiezas a dudar de tus conocimientos.
Ya no importa...
Duerme.
Escucha los suaves y dulces sonidos de los sueños. Aquí no hay angustias.
¿Qué pasa?... Te has quedado acostado viendo el techo y admirando la poca oscuridad que queda; ahora no puedes dormir. ¿Sería el café?
Suena el estúpido despertador. ¡Ya no hay tiempo!
Por: Erasmo de Rotterdam
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