AQUÍ EL PRIMER RELATO DE UNO DE NUESTROS NUEVOS REDACTORES
Ya eran las 12 de la noche y él estaba escribiendo su novela, pero sin luz; no tuvo más opción que irse a dormir un poco. Mientras caminaba por el corredor de la casa tropezó con algunas cosas. Llegó al comedor y agarró una vela que se encontraba en la mesa.
Seguidamente fue a la cocina, estaba buscando fósforos — ¿Dónde están los fósforos cuando se necesitan?— pensó él. Finalmente los encontró en una gaveta y encendió la vela. La luz era tenue, pero suficiente como para lavarse los dientes y guiarlo después hasta su cuarto. Caminaba hacia el baño sin problemas, en ese momento pensaba en lo ridículo que se veía al proteger la pequeña llama, mientras ponía su mano izquierda delante de ella para evitar que el viento la apagara. Dejó su preciada fuente de luz (la vela) sobre el lavamanos, al mismo tiempo en que agarraba el cepillo de dientes.
Por un momento sintió un temor hacia la oscuridad (pero no quería admitirlo). Los niños eran los que se asustaban por la oscuridad; él no: Además, él era un hombre que había aprendido a vivir sólo y a no temerle a nada. Entonces se inició el pequeño pero religioso ritual del lavado de dientes. Bajó la cabeza y escupió aquella sustancia líquida con olor a menta.
Levanto la mirada y lo que vio reflejado en el espejo, fue una silueta oscura, macabra; de ojos brillantes que lo miraban fijamente. Esa cosa lo empujó ferozmente, el escritor pegó su cabeza contra el vidrio del espejo, rompiéndolo inmediatamente. La sangre le brotaba de la cara dolorosamente. Ya en el suelo, la figura; La Bestia, le dijo: No creías en mí pero aquí estoy, tú me creaste y me diste vida.
El escritor detalló mejor y... No podía creerlo, era “eso” que se había imaginado para la novela de terror que estaba escribiendo.
Levanto la mirada y lo que vio reflejado en el espejo, fue una silueta oscura, macabra; de ojos brillantes que lo miraban fijamente. Esa cosa lo empujó ferozmente, el escritor pegó su cabeza contra el vidrio del espejo, rompiéndolo inmediatamente. La sangre le brotaba de la cara dolorosamente. Ya en el suelo, la figura; La Bestia, le dijo: No creías en mí pero aquí estoy, tú me creaste y me diste vida.
El escritor detalló mejor y... No podía creerlo, era “eso” que se había imaginado para la novela de terror que estaba escribiendo.
El dolor volvió más fuerte. Él se intentaba levantar pero esa cosa no lo dejaba, en ese momento se escuchó una risa demoníaca y sádica al mismo tiempo. La Bestia con sus garras empezó a rasgarle la franela que llevaba y poco a poco fue comiéndole el brazo, el dolor era insoportable. Había sangre y fragmentos de vidrios por todos lados.
Volvió la luz y él aún seguía sentado frente a su máquina de escribir con un cigarro gastado en su mano derecha. En la oscuridad de tus pensamientos todos somos reales, sí, muy reales.
Erasmo de Rotterdam.
Volvió la luz y él aún seguía sentado frente a su máquina de escribir con un cigarro gastado en su mano derecha. En la oscuridad de tus pensamientos todos somos reales, sí, muy reales.
Erasmo de Rotterdam.
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